Al escribir Frankenstein, Mary Shelley se autoproclamó la Emperatriz de la nación Ñoño. ¿Por qué? Eso lo descubrirás al leer esta entrada…
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Cuando se habla de los cimientos del arte fantástico moderno —ciencia ficción, terror y fantasía— hay un nombre que se eleva por encima de todos: Mary Wollstonecraft Shelley.
Su obra marcó el punto exacto donde la imaginación dejó de ser un mero ornamento literario y se convirtió en un territorio independiente: la nación Ñoño, un imperio donde lo monstruoso, lo futurista y lo mágico gobiernan con absoluta libertad.
Comencemos por el principio, respondiendo la pregunta obvia: ¿quién es Mary Shelley?
Mary Shelley
Mary Shelley nació en Londres en 1797, hija de dos gigantes intelectuales: la filósofa feminista Mary Wollstonecraft y el pensador político William Godwin. Por desgracia, quedó huérfana de madre al nacer, un hecho que marcaría profundamente su vida y que más tarde resonaría en su obra. Sin embargo, esto no evitó que creciera en un ambiente donde la literatura, la filosofía y el debate intelectual eran parte del día a día.
A los 16 años inició una relación con el poeta Percy Bysshe Shelley, con quien escapó a Europa. Su vida estuvo llena de viajes, pérdidas, discusiones filosóficas y una intensa búsqueda creativa. Todo esto formaría el sustrato emocional y conceptual para su obra literaria.
Libros de Mary Shelley

Aunque su fama se concentra en Frankenstein, Mary Shelley escribió muchos otros libros. Aquí listo la bibliografía más relevante de Mary Shelley:
- Frankenstein o el moderno Prometeo (1818): la novela que cimenta la ciencia ficción.
- Valperga (1823): novela histórica ambientada en la Italia medieval.
- El último hombre (1826): una de las primeras novelas posapocalípticas, adelantada por un siglo al género.
- Perkin Warbeck (1830): exploración histórica en torno al pretendiente al trono inglés.
- Falkner (1837): novela psicológica centrada en los vínculos emocionales.
- Relatos, ensayos y biografías: Mary también desarrolló una prolífica carrera como editora y escritora de no ficción, incluida la edición póstuma de la obra de Percy Shelley.
Datos ñoños que todo fan debe conocer:
- Mary Shelley escribió Frankenstein a los 18 años.
- Es la primera persona documentada en la historia que imagina la creación de vida mediante un proceso científico.
- El último hombre anticipa pandemias globales, sociedades colapsadas y un protagonista solitario, temas que hoy siguen vigentes en la sci-fi moderna.
- Tuvo que publicar muchas veces en anonimato para ser tomada en serio.
Frankenstein o el moderno Prometeo

Las circunstancias de su creación
En 1816, durante el famoso “año sin verano”, Mary y Percy Shelley visitaron a Lord Byron en Suiza. El clima extremo, consecuencia de la erupción del volcán Tambora, mantuvo a todos encerrados durante días. Entre tormentas, lecturas de terror alemán y largas conversaciones sobre ciencia, literatura y filosofía, Byron propuso un juego:
cada uno debía escribir una historia de terror.
Entonces Mary tuvo una visión inquietante: un científico obsesionado contemplando el cuerpo inerte de una criatura artificial que abre los ojos por primera vez. Esa imagen fue suficiente para iniciar una obra que cambiaría la historia de la literatura.
Resumen de la historia
La novela sigue a Víctor Frankenstein, un joven científico que busca penetrar los secretos de la vida. En su obsesión, crea una criatura hecha de fragmentos humanos. Al ver su obra terminada, Víctor se horroriza y la abandona.
La Criatura, rechazada por todos, aprende a hablar, a leer y comprender el mundo, pero también descubre el dolor del rechazo. Su soledad se convierte en rabia, y exige a su creador una compañera. Víctor se niega, desatando una persecución trágica que los llevará a ambos al límite del mundo conocido.
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Reseña
Frankenstein no es solo una novela pionera del terror gótico ni una curiosidad histórica escrita por una adolescente brillante. Es una obra total: literaria, filosófica, científica y política. Mary Shelley construye aquí una reflexión monumental sobre el ser humano, capaz de adelantarse más de un siglo a inquietudes que hoy consideramos propias de la ciencia ficción contemporánea.
La novela se articula como una serie de relatos enmarcados, donde cada voz añade un nivel de interpretación: Robert Walton, el explorador que busca conquistar el Ártico; Victor Frankenstein, el científico que desafía los límites de la naturaleza; y la Criatura, cuya elocuencia y lucidez transforman por completo la manera en que leemos el conflicto central. Esta estructura permite un juego de espejos entre narradores, todos obsesionados por lo prohibido, lo que amplifica el tono trágico y filosófico del relato.

Uno de los logros más notables de Shelley es la inversión del mito clásico: mientras Prometeo roba el fuego a los dioses para entregar progreso a la humanidad, Victor Frankenstein usurpa un poder creador sin estar dispuesto a asumir sus consecuencias éticas. Su “fuego” ya no es divino, sino científico: galvanismo, anatomía, experimentación. Pero su falla radica en algo más profundo: carece de responsabilidad moral. En este sentido, Shelley anticipa con exactitud sorprendente los dilemas éticos de la biotecnología, la inteligencia artificial y la manipulación genética. La criatura no es monstruosa por naturaleza; es la sociedad —y en especial su propio creador— quien la transforma en un símbolo del rechazo y la tragedia.
La Criatura, dotada de una humanidad dolorosa y compleja, es el verdadero corazón del libro. Su aprendizaje autodidacta, su cuestionamiento sobre el bien y el mal, y su deseo desesperado de pertenencia componen uno de los retratos psicológicos más sensibles de la literatura del siglo XIX. Además, Shelley invierte la lógica del terror: el lector descubre que teme menos al monstruo que al científico que lo abandona. La novela obliga a preguntarse quién es realmente la aberración, y la respuesta cambia con cada capítulo.
El paisaje gótico —las montañas nevadas, los laboratorios clandestinos, los bosques oscuros, el Ártico desolado— sirve como escenario emocional más que físico. Cada entorno refleja el estado interior de sus protagonistas: la soledad inabarcable, la culpa, la obsesión y el anhelo de redención. Shelley convierte la atmósfera en un elemento narrativo tan importante como los personajes y esa estética ha moldeado dos siglos de arte fantástico.
Quizá sea por eso que Frankenstein es un clásico de la literatura universal, o quizá sea porque es una obra que refleja a la perfección el espíritu de su tiempo. Sin embargo, creo que la principal razón es la pregunta que plantea: ¿qué responsabilidad tiene el creador sobre lo que crea? En tiempos de avances científicos vertiginosos y tecnologías capaces de modificar la vida, la advertencia de Mary Shelley resuena con más fuerza que nunca.

La emperatriz Mary Shelley
Es cierto que esta adolescente no creó el arte fantástico, solo trabajó dentro del vasto imperio de los géneros artísticos ñoños. Pero son las consecuencias de su trabajo lo que nos convoca. Al escribir Frankenstein o el moderno Prometeo, Mary Shelley no solo fundó la ciencia ficción, sino que también separó, con precisión quirúrgica, los tres géneros ñoños por antonomasia: fantasía, terror y ciencia ficción.
Frankenstein fue la primera novela de ciencia ficción como tal, porque usa la ciencia para justificar lo fantástico. Pero además, esta es una historia de terror, y como tal posee muchos de los elementos característicos de la novela gótica. Y esta dualidad es lo que separa definitivamente los grandes géneros ñoños.
Frankenstein define qué es el arte de ciencia ficción, pero también establece cuál es la diferencia con el arte de terror. Y al fijar estos límites, dejó afuera al primer gran género ñoño: la fantasía. De esta forma, ya sea por acción u omisión, definió a los tres géneros artísticos ñoños por antonomasia.
Desde entonces, cada vez que entramos a cualquier ñoñoverso, debemos cruzar por una de las tres puertas que Mary Shelley abrió tanto tiempo atrás. Y es por esta razón, que ella es la emperatriz indiscutida de la nación Ñoño.
Sin embargo, en la nación Ñoño no creemos en visiones únicas o respuestas correctas. Por eso, les dejo una selección de video que se inspiraron en Frankenstein o el moderno prometeo, la inmortal obra de Mary Shelley.
Frankenstein en video
Con esto me despido, pero como siempre, no olvides comentar y compartir esta entrada.
Nos leemos…
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