Muerto… ¡hasta probar lo contrario!
por Sergio Alejandro Amira
Antes de adentrarnos en el encuentro que da título a estas líneas debo hablarles de un sujeto llamado Julius Schwartz, editor emérito de la DC considerado hasta el día de hoy cómo uno de los gigantes de la industria del cómic. Pues bien, una de las especialidades de Schwartz consistía en la elaboración de portadas que describieran a los personajes en situaciones tan inusuales que fuera imposible para el lector no adquirir un ejemplar. Para esto Schwartz solía pedirle a uno de sus artistas estables –generalmente Murphy Anderson– la misión de dibujar una portada que fuera un reto para los potenciales compradores, tanto en el plano visual como el mental. Una vez culminada esta tarea, Schwartz asignaba a un escritor para crear una historia en torno a la portada. En el Calabozo del Androide no tenemos idea si este fue el caso para la aventura de Batman que en esta ocasión nos atañe, de cualquier forma el concepto del “Dúo Dinámico” enfrentándose a los Beatles –o por lo menos a una banda casi idéntica a los chicos de Liverpool– es sin duda digno de ser comentado.
Al momento en que esta historia, titulada Dead…Till Proven Alive! se publicó la inminente separación de los Beatles ya era vox populi. Durante éste periodo, DC estaba intentando desesperadamente conquistar el “mercado juvenil”, el segmento de lectores de cómics que usualmente prefería el material publicado por Marvel. Aunque es poco probable que Julius Schwartz y su equipo (algo entrados en años) fueran fans de los Beatles es obvio que contaban con que sus versiones del afamado grupo le arrebataran algunos lectores a la casa del trepamuros.
El situar el accidente en 1966 era un punto importante del mito, ya que ese había sido el año en que los Beatles habían dejado de tocar en vivo transformándose de correctos jovencitos en innovadores hippies. En el otoño europeo de 1969 las tensiones del grupo habían llegado hasta tal extremo que el grupo había dejado prácticamente de existir y fue Paul quien el 10 de abril de 1970 hizo pública la separación de los Beatles. Un accidente menor sufrido por McCartney el 10 de noviembre de 1966 y reporteado por los periódicos ingleses parece ser el punto de germinación del mito de la muerte de Paul. Este mito, como suele ocurrir y confirmando la estructura monomítica planteada por Joseph Campbell, tiene varios antecedentes en la cultura occidental. Algunas historias relativas al legendario rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda hablaban de una medio-hermana de la Reina Ginebra que era exactamente igual a ella y que intenta tomar su lugar. Cómo olvidar la historia de Mark Twain El Principe y el Mendigo, una sátira ambientada en la Inglaterra del siglo XVI en la que el mendigo del título cambia de lugares con Edward Tudor, Príncipe de Gales. No olvidemos tampoco al Hombre de la Máscara de Hierro de Alejandro Dumas, hermano gemelo del Rey Luis XIV que se propusieron liberar los Tres Mosqueteros. Pocas ideas, como señala Eduardo Anguita, han obsedido al hombre de forma más incisiva que la del “doble”, desde Aristófanes y su teoría de los “dobleseres o “medioseres” –ya planteado por Homero en el siglo x antes de nuestra era– hasta los surrealsitas y más allá. “La idea del doble –que ha perseguido a Kafka y a Rilke– se abre paso en la conciencia de un poeta tan aparentemente insensible al otro mundo como Guillaume Apollinaire: Un día yo me esperaba a mí mismo / Yo me decía Guillermo / es tiempo que vengas / Para que yo sepa por fin aquel que soy…” (Anguita.)
Pero me estoy desviando del tema. En lo que al cómic de Batman vs The Beatles se refiere, la historia de 16 páginas se inicia en los dormitorios de hombres de la Universidad Hudson, donde el insufrible adolescente Ricardo Tapia (Alias Dick Grayson, el Joven Maravilla) y sus amigotes escuchan por la radio Summer Knights, el nuevo éxito del grupo rock británico sensación, los “Oliver Twists”. El rumor que circulaba en torno al grupo era que uno de sus miembros, Saul Cartwright, había muerto en un accidente de moto hacía un año. Cuando el locutor radial anuncia que los Twists visitarán prontamente Ciudad Gótica (Gotham para los puristas), Ricardo usa sus influencias con su acaudalado tutor, Bruno (Batman) Díaz –quien justo resulta ser uno de los mayores accionistas del sello discográfico de los Twists, Eden Records– y consigue que la banda se aloje en la mansión Díaz. Vistiendo su guardarropa del Sgt. Pepper, la banda – compuesta por Saul, Glennan, Benji y Hal– disfrutan de la hospitalidad de sus anfitriones, ignorantes de que son observados, grabados y analizados por el más grandioso detective del mundo. El Dúo Dinámico pronto descubre que los parámetros de la voz “hablada” de Saul no corresponden a la de su voz “cantada” (algo que nadie descubrió con Milli Vanilli.) A este hallazgo le siguen varios intentos fallidos de grabar la “verdadera” voz de Saul, intentos que incluyen el hacer que los Twists le canten el “Happy Birthday” a Alfred el mayordomo. Posteriormente Batman (que obviamente tenía intervenido los teléfonos) se entera que los Twists han rentado un estudio en Ciudad Gótica para realizar algunas grabaciones esa tarde. Cuando los encapotados arriban al estudio con la esperanza de conseguir un registro de la voz de Saul cantando, son sorprendidos por un cuarteto de pistoleros encapuchados. Sospechando que Saul (o quienquiera que fuera realmente) es el responsable de la emboscada, Batman y Robin confrontan a los Oliver Twists. Repentinamente, Glennan (el equivalente a John Lennon) intenta asesinar al Dúo Dinámico, pero, trabajando en conjunto, Saul y Robin reducen al Twist enloquecido. Finalmente, un lacrimoso Saul revela la verdad tras los rumores:
Que brígida la papita qe sacaste. Quedé padentro.