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Novela de ciencia ficción: Los Altísimos.

Este es  un humilde homenaje a un clásico de la literatura chilena de ciencia ficción: Los Altísimos, de Hugo Correa.

por Tomás Rivera

Cuando pensamos en “literatura iberoamericana”, se nos viene a la cabeza géneros como el costumbrismo, el realismo mágico, la novela romántica, histórica o bélica -¡Viva la Revolución!- y sus autores: los miembros del boom sudamericano (Gabo, Vargas Llosa, Isabel Allende…), sus predecesores (Juan Rulfo, Rómulo Gallegos…) y sus muchos herederos (María Amparo Escandón, Laura Esquivel…). Pero entonces, los hispanohablantes ¿solo saben contar dramas familiares? Pues claro que no. Su repertorio es mucho mayor y no menos sorprendente. Os invito a que me acompañéis al lejano (desde aquí) y fascinante (desde cualquier parte) Chile, para conocer a todo un precursor de la Ciencia-Ficción iberoamericana.

Título: Los Altísimos.

Autor: Hugo Correa.

Periodista y escritor chileno que se centró en la Ciencia-Ficción, adelantando en sus ideas y planteamientos a vacas sagradas del género como Arthur C. Clarke, Larry Niven o Stanislaw Lem.

Año de publicación: 1959

Resumen

Hernán Varela, un simple operario chileno, se despierta en una clínica sin recordar por qué. Así comienza un periplo cada vez más sorprendente, que parte en Santiago y lo llevará a través de una sociedad colectivista y deshumanizada donde responderá al nombre de “X”, hasta vislumbrar los insondables conocimientos científicos de la poderosa raza de Los Altísimos.

Género literario

Es una novela de Ciencia Ficción dura y de Anticipación, con componentes de aventura e intriga. Posee una profunda reflexión filosófica sobre la humanidad, de inspiración platónica, y lo que se podría interpretar como una evidente crítica hacia las sociedades comunistas y su maquinismo.

¿Qué podemos destacar?

Lo original de su idea central, su planteamiento de complejidad creciente, su carácter pionero y su estilo expresivo, que alterna narración en pasado y presente, hacen de esta novela un clásico de la literatura chilena.

Al grano…

Conocí a Hugo Correa y Los Altísimos a través de su compatriota Elwin, autor del blog “El cubil del cíclope”, quien me lo recomendó en dos ocasiones, una de ellas en mi entrada “Una muy pequeña guía sobre la Ciencia-Ficción” en el que nos aportaba a una serie de autores de habla hispana, entre ellos el señor Correa. Tuve que esperar un poco para leerlo, pero finalmente lo hice y ahora quiero compartirlo con vosotros, porque es una perfecta muestra de que los géneros literarios no entienden de fronteras ni idiomas, y de que un chileno puede brillar con el mismo fulgor que los más renombrados autores anglosajones.

Tengamos en cuenta, para comenzar, que se publica en 1959, tras revisar y ampliar una primera versión de 1951. Esto lo convierte en un pionero (es coetáneo, por ejemplo, del mismísimo Isaac Asimov) y nos mostrará una notoria capacidad para la Anticipación, y concebir historias y escenarios a gran escala.

La mejor forma de definir la estructura de “Los Altísimos” es decir que está escrita en capas. Es como una muñeca matroska, como una cebolla o como un ogro. Comenzamos por la capa más baja y a medida que la trama avanza, las implicaciones de la misma son cada vez mayores, de una escala local los acontecimientos concluyen en una escala intergaláctica, universal, con un alcance cada vez más amplio, complejo y ambicioso.

Los Altísimos comienza cuando Hernán Varela, operario en una empresa llamada Acomsa, tras ser ascendido a un cargo directivo por mediación de un misterioso empresario brasileño llamado Fernando Mendes, se despierta en una clínica sin saber como llegó a ella. Se le informa que está en la Clínica Polaca de Santiago de Chile. Tras confundirle continuamente sobre los motivos y el tiempo que lleva allí, se le dice que está en Polonia, para finalmente revelarle que en realidad está bajo tierra, en unas colosales instalaciones secretas. A partir de ahí (no os revelo más) las dimensiones de la nueva realidad de Hernán, ahora llamado “X”, no cesarán de aumentar, ampliarse y sorprendernos. “X” sólo sabrá que Fernando Mendes es, en verdad, el anterior “X”, y que él debe, en lo sucesivo, ocupar su lugar para encubrir la incompetencia de los encargados de encontrar a “X” y llevarlo de vuelta al lugar en el cual se encuentra él ahora.

Cuando comencé la novela, la ciencia ficción tarda en llegar y pensé que estaba ante una novela de intriga y espionaje, con lo que quise interpretar como una crítica al oscurantismo y la deshumanización de los regímenes comunistas, con el habitual argumento kafkiano del hombre que es secuestrado y se mantiene aislado e incomunicado para ir revelándole poco a poco la información de los motivos de su retención. Debo decir que me precipité, y es necesario dejar que la novela transcurra para ir desvelando las citadas “capas” y ver como crece en ambición y alcance. Mi consejo es que le deis tiempo porque todo va encajando y, una vez la ciencia ficción irrumpe, es a lo grande.

Sin desvelar demasiado de la trama, decir que la descripción del mundo en que transcurre la acción es magistral y Hugo Correa crea todo un planeta dentro de otro, jugando con la hipótesis de una tierra hueca que alberga otra en su interior (de ahí la citada filosofía platónica, pues se juega con la idea de que no conocemos realmente el mundo en que vivimos, y que tal vez, sin saberlo, estemos dentro de otro mundo y no en la superficie como pensamos). Pero dijimos que “Los Altísimos” es una novela de Ciencia Ficción dura y esta idea, que haría las delicias de los partidarios de la Tierra hueca, pronto cede paso a otra mucho más interesante y atractiva que debéis descubrir por vosotros mismos, o me cargaría la sorpresa de vuestra posible lectura.

En este mundo, en el que Hernán – “X” deberá vivir, es una perfecta transposición de las sociedades comunistas, donde prima el colectivo sobre el individuo y todas las necesidades materiales están sobradamente cubiertas, pero se han sacrificado los sentimientos, las relaciones amorosas, familiares y de amistad, creando una forma de vida despersonalizada, desapasionada, deshumanizada y al servicio de la productividad. El maquinismo es evidente, y la dependencia de las máquinas y la tecnología es total. La persona no importa, hasta el punto que han desaparecido los nombres y los personajes se llaman simplemente “A.”, “D” o “L”. El sexo ha perdido su carácter afectivo y es un mero acto físico sin significación. Las personas no necesitan trabajar (sólo hay una serie de Técnicos, con tareas especializadas asignadas) y no existe el dinero ni el ánimo de lucro, pero tampoco hay motivaciones ni incentivos para vivir.

Según los acontecimientos avanzan, iremos conociendo más y más detalles de este particular mundo, llamado Cronn, y de sus habitantes, que responden al nombre de Cronnios y que están supeditados al gobierno y designios de las máquinas, y no son dueños en absoluto de su destino, pues obedecen a la soberanía de Los Altísimos, quienes dan nombre a la novela y de los que tampoco hablaré para no destripar lo más jugoso del libro.

En el aspecto formal, está narrado en primera persona, alternando el tiempo pasado y el presente, y en sus reseñas de GoodReads se observa que esto produce rechazo en muchos lectores, que lo consideran confuso y árido (pese a que luego le otorgan puntuaciones muy altas). A mí me pareció un estilo efectivo y para nada pesado. Muchas veces emplea frases cortas, separadas por puntos, con pocas conjunciones copulativas y muchas descripciones. Tiene un tono lírico, casi poético en ocasiones, poco habitual en la Ciencia Ficción dura, y para mi gusto la forma de narrar le hace ganar enteros [aún recuerdo cuando presenté una redacción en clase de Lengua, hace veinte años, escrita en un estilo parecido, y la profesora me dijo que era pésima, que eso no era una narración, sino una serie de frases sin unión ni relación entre ellas. Menos mal que no le hice caso 🙂 ]

“A la distancia, otra ciudad corre en pos de Ernn. Las ciudades, dentro de los anillos, giran como en un carrusel que da la vuelta al mundo.”

Creo que las descripciones permite que nos hagamos una idea tan clara, tan vívida del mundo que presenta Correa, de su composición en anillos, de sus ciudades unidas por trenes magnéticos, de sus multitudes avanzando en masa por enormes avenidas, de sus diferentes niveles… “Mar adentro. Vuelo horizontal. Rodeado de lánguidas olas, aparece uno de los cráteres. Surge del océano como un caño trunco, con sus paredes externas verticales. Nuestra esfera emboca en él, y nos sumimos en la noche. Sólo los ágiles puntos de los magnetones perforan las tinieblas. Bajamos varios kilómetros. La esfera cambia de rumbo. Avanza en sentido horizontal y al hacer una curva, penetra en un túnel colosal, con un techo combado. Simétricos arcos luminosos lo dividen. Arcos que se achican a lo lejos y que irradian una luz azulina. Una multitud de vehículos de diversos tamaños —algunos enormes— se suceden por el piso de la caverna, que debe ser un gigantesco aeródromo“.

El mundo de Cronn no tiene nada que envidiar, en magnitud y complejidad, al “Mundo Anillo” de Larry Niven (posterior en el tiempo) o a la sociedad de masas alienadas y dividida en castas inamovibles de “Un mundo feliz” de Aldous Huxley. E insisto, es gracias a sus descripciones, que tampoco me parecen tan extensas, que lo podemos imaginar de forma tan nítida, como si lo estuviésemos viendo. Abundan también los diálogos y es a través de ellos que obtenemos las revelaciones sobre Cronn y los cronnios, casi siempre por boca de D, el particular Cicerón de Hernán – X, encargado de introducirlo en su nuevo mundo y sus nuevas obligaciones como Técnico, a las que no puede sustraerse: “¿Qué había sido de aquel Hernán Varela que, a los veintiséis años de edad, se aprestaba a conquistar el mundo? Helo aquí, contemplando un atardecer polaco, preparándose para representar el papel de otro. Sí, señor: Hernán Varela, X. ahora por obra y gracia de X., en la actualidad Hernán Varela por ingenuidad e inexperiencia de Hernán Varela, será un intrépido vigía. ¡Un centinela de la ciencia!“.

Pero no debemos quedarnos en los aspectos técnicos-científicos de la obra, porque tiene una profundidad filosófica muy notable, con la formulación platónica que ya comenté, la recuperación del mito de la caverna (que más tarde nos traerían una vez más obras como “Matrix”, “Nivel 13” o “Dark City”), en la que Hernán -X debe ir descubriendo la realidad poco a poco, ganando conciencia y entendimiento de forma progresiva (pero no hay “revelaciones”, desvaríos misticistas o metafísicos, que nadie se confunda). No conviene descuidar tampoco la reflexión del autor sobre las sociedades totalitarias y las consecuencias de supeditar la felicidad al crecimiento económico, a la tecnocracia y al maquinismo. La tecnología, para Hugo Correa, no tiene el carácter redentor, de panacea, que vemos en otros autores.

Esta preocupación por las implicaciones sociales y la repercusión en el ser humano del uso indiscriminado de la tecnología y el aspecto “mental” o “interior” de la historia, propios de la rama blanda de la Ciencia-Ficción, en combinación con sus abundantes ingredientes de la vertiente dura, hacen que este “Los Altísimos” sea, y más al considerar la época en que fue publicada, una obra redonda y todo un ejercicio de Anticipación. A mi juicio, es un libro que todo aficionado a la Ciencia-Ficción debería leer tarde (como hice yo) o temprano.

¿Más datos de interés?: Ya dijimos que la primera versión, de 1951, fue revisada y editada en 1959. La segunda edición es de 1973 y se convirtió en una pieza de culto, difícil de encontrar, hasta su reedición en 2010.

Hugo correa no gozó del reconocimiento masivo en su país de origen, pero el aval de, ni más ni menos, el grandísimo Ray Bradbury, que se deshizo en elogios hacia “Los Altísimos”, le abrió las puertas del mercado internacional y, además de ver sus obras traducidas y leídas en muchos países, le permitió publicar en revistas como Fantasy and Science Fiction o la española Nueva Dimensión (que, ahora desaparecida, llegó a ser reconocida en su día como la mejor revista europea de Ciencia-Ficción), que le dedicó un número completo.

Buscando un poco por Google, he recopilado unos cuantos enlaces sobre él, tanto entrevistas como obituarios, pues falleció hace poco tiempo:

Y una pequeña joya: Don Francisco Correa, hijo de Don Hugo, entregó este archivo PDF con una entrevista en la publicación “Qué pasa” del año 1973, donde habla del oficio de escritor, de la influencia de Verne, Poe, Lovecraft y Wells, del apoyo de Ray Bradbury, de su monográfico en Nueva Dimensión, de lo mal que cayó “Los Altísimos” entre los comunistas… y expone su visión de la Ciencia-Ficción en un breve artículo. No os la perdáis.

Me gustaría hablar mucho más sobre este libro, porque creo que la reseña no le hace justicia, pero prefiero sacrificar mi texto (y no caer en el temible síndrome del examen que me aquejaba en los primeros tiempos del blog) para que a cambio se conserve el factor sorpresa y, si os animáis a leerlo, os tome desprevenidos y sus capas de cebolla (o de ogro) os puedan asombrar y cautivar como hicieron conmigo.

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