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Arte dadá: el espíritu de nuestra era

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Por Sergio Alejandro Amira

El Espíritu de Nuestra Era – Cabeza Mecánica (Der Geist Unserer Zeit – Mechanischer Kopf) es una obra de 1919 de Raoul Hausmann (1886-1971), uno de los líderes del arte Dadá de Berlín junto a George Grosz, John Heartfield, Hannah Höch y Richard Huelsenbeck. Esta escultura está desde 1974 en el Centre Pompidou, Musée national d’art moderne-Centre de création industrielle, París.

“La forma más elevada de arte”, declaraba el Primer Manifiesto Dadaísta de 1918, “será el arte que ha sido visiblemente destruido por las explosiones de la semana pasada, el que está constantemente intentado reconstruirse…” Eso es Dadá y ese era el ambiente en que este movimiento surgió a fines de la Primera Guerra Mundial en Berlín, una ciudad de veteranos y lucha dónde Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht eran arrestados, torturados y asesinados por los freikorps. Ante tal devastación social el rol del artista estaba a punto de adquirir un nuevo estátus.

Antes de la guerra, los modernistas habían desmantelado el sistema pictórico renacentista y se habían opuesto al naturalismo pero nada de esto fue más literal que en Berlín dónde la fragmentación del arte se convirtió en reflejo de la fragmentación de la vida misma, grotescamente desfigurada como los veteranos de los cuadros de Grosz.

La Cabeza Mecánica de Hausmann nos evoca al filósofo alemán George Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), autor de libros como Phänomenologie des Geistes (1807) para quien todo se reduce al ámbito de la mente. Entre los discípulos y críticos de Hegel estaba Karl Marx por lo que la escultura de Hausmann podría leerse como un agresivo reverso marxista de Hegel o una cabeza cuyos pensamientos estan determinados por objetos literalmente fijados en ella”. Apoya esto la declaración de Hausmann que aseguraba que el alemán promedio “no tiene más capacidades que esas que han sido adheridas con pegamento en los costados de su cráneo; su cerebro permanece vacío.”

Hausmann por lo tanto invierte la noción de la cabeza como el centro del raciocinio yendo en contra de la tradición retratista europea al revelarnos una cabeza penetrada y gobernada por brutales fuerzas exteriores. La cabeza de sastre crudamente tallada tiene una mirada vacía y estúpida, y su identidad es otorgada sólo por los objetos adheridos a ella: una regla, una cinta métrica, una taza de metal, un estuche de gafas y una pieza metálica que puede ser un plato. Esta “Cabeza mecánica” está mucho más cerca de un engendro frankensteiniano que de un estilizado androide al estilo de Yo Robot y sus emociones sobreviven contenidas en un corazón grabado en la vacía taza de latón. Todo lo que el individuo moderno es, está fuera, su identidad e incluso su alma.

Los dadaístas de Berlín con sus filiaciones comunistas eran una contradicción de utopistas-alienados y hasta cierto punto se consideraban autómatas modernos. ¡Ah, pero lo que es la ironía en el mundo del arte! La pieza de Hausmann terminó convertida en una obra maestra y uno de los más lúcidos y vigentes comentarios sobre la condición humana. No es de extrañar entonces que El Espíritu de Nuestra Era aparezca (entre otras obras de arte dadá) en la Doom Patrol de Grant Morrison, Richard Case y John Nyberg, específicamente en el nº 26 de septiembre de 1989 que introduce a la Hermandad de Dadá.

Cómo ya escribí en el Calabozo del Androide #12, El Sr. Nadie (líder de la Hermandad) considera que el bien y el mal son conceptos anticuados para una época antigua y es por ello que le propone a sus acólitos “…celebrar el total absurdo de la vida, el birlibirloque gigante de la existencia” y así, tal y como el rol del artista en la sociedad posterior a la Primera Guerra Mundial adquirió un nuevo sentido (o sin sentido) de la misma manera el villano se reconfigura para servir a nuevos propósitos, más acordes con los tiempos. No más Hermandad del Mal, no más Señor Morden, ¡Larga vida a la Hermandad Dadá!

El Sr. Nadie es una actualización de El Espíritu de Nuestra Era, y tal como elocuentemente declara: “Me convertí en el espíritu del siglo XXI, el hombre abstracto. El hombre virtual. El hombre nocional. O, como dijo perfectamente Bruckner… el Sr. Nadie.”

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